Por
Adrián Medina
La década de los
‘80 se caracterizó, entre otras cosas, por un gran número de obras fílmicas que
dejaron una huella profunda en las almas de quienes vivieron su infancia o
juventud durante esta época. Filmes que fueron el producto del corazón y los
sueños de legendarios directores y productores. Su legado sigue dejando
asombradas incluso a las nuevas generaciones, no precisamente por el despliegue
de costosos efectos especiales, sino por los fantásticos temas que se
arriesgaron a abordar: extraterrestres amigables, científicos cazadores de
espectros y por su puesto… viajes en el tiempo.
Con Back to the
Future # 2 se cumple la segunda entrega de una serie esperadísima en español y
que lleva a los inicios de la relación entre Marty McFly y el Dr. Emmett Brown,
al mismo tiempo que da un vistazo a sucesos posteriores a la última película,
lo cual resulta en una curiosa combinación de relatos sobre el presente, pasado
e incluso un posible futuro que no llegó a ser.Así como en su momento la
trilogía de películas de Back to the Future cautivó las mentes de las
generaciones “pre-internet”, es momento de que chicos y grandes disfruten de
las nuevas historias protagonizadas por los queridos aventureros en el tiempo.
Para quienes fueron testigos de la primera vez que el DeLorean desapareció
dejando atrás dos estelas de fuego, ahora tienen la oportunidad de expandir
esta mitología moderna… o retro, depende del punto de vista del lector.
Nostalgia
Para que una obra o producto se
quede en el subconsciente de las masas y ocupe un lugar en la cultura popular
de una sociedad, sin duda debe de contar con características que le aseguren
esta permanencia después de tantas décadas.
Volver al Futuro es una obra
cinematográfica que, además de sus elementos cómicos y de ciencia ficción,
apeló a la nostalgia de una nación que se encontraba en la última etapa de un
largo periodo de tensión conocido como “la guerra fría” y que añoraba una época
más sencilla que aún estaba en la mente de las entonces generaciones de mayor
edad; Marty McFly viajó a 1955, una época en la que los adultos que él conocía,
sus padres y el mismo Biff Tannen, eran adolescentes y vivían en un idealizado Estados
Unidos de los suburbios.
La nostalgia vende, y con ella se
han envuelto una infinidad de productos que van desde refrescos de cola,
consolas de videojuegos japonesas y otras franquicias cinematográficas sobre
guerras galácticas, los cuales generan enormes ingresos anuales para sus
corporativos a nivel mundial, explotando precisamente esa añoranza de tiempos
mejores.
En otros planos de la ficción, la
nostalgia incluso fue embotellada y comercializada. En la afamada serie
limitada Watchmen (Alan Moore, 1986), el filántropo y empresario Adrian Veidt,
considerado ‘el hombre más inteligente en la tierra’, ha logrado influir en el
subconsciente de las masas por medio de una campaña publicitaria construida
alrededor de un perfume llamado “Nostalgia”, como parte de una serie de
elementos que lograrían una muy peculiar forma de dominio global.
De alguna u otra forma, la
nostalgia es el hilo que une a la trilogía de películas de Volver al Futuro con
el cómic homónimo que se está publicando, ya que gran parte de quienes lo
disfrutan mes a mes, tuvieron su primer contacto con las películas durante su
niñez o juventud, lo cual muy probablemente los hace remontarse a su pasado, mientras
que a los más jóvenes les permite echar un vistazo a 1985, treinta años al
pasado, como en su momento lo hizo Marty McFly en la máquina del tiempo.
Curiosidades de la película ‘Back to the Future’
- Para lograr que todos los relojes estuvieran sincronizados en la escena de apertura, se requirió que 20 empleados de la producción se organizaran fuera de cámara para echar a andar los relojes en el momento exacto que cada toma era hecha, ya que varios de los mecanismos se detenían constantemente, echando a perder el trabajo de filmación de la ahora célebre toma en la que se muestra el taller del Doc Brown.
- “Spaceman From Pluto” fue el título alternativo propuesto por el ejecutivo Sidney Sheinberg, haciendo alusión al hecho de que Marty McFly es confundido con un extraterrestre por algunos residentes del Hill Valley de los años 50s. El entonces influyente ejecutivo, fue motivado por los fracasos en taquilla de una serie de producciones relacionadas con los viajes en el tiempo; Sheinberg temía que la película sufriera la misma suerte debido al título ‘Back to the Future’.
- En el guion original, el Doc Brown sería llamado Profesor Brown y tendría como compañero un chimpancé de nombre Shemp. Gracias a otra propuesta de Sidney Sheinberg, se abandonó la idea de utilizar al primate. En su lugar, se utilizó a un perro a quien se le dio el nombre de Einstein.
- La interpretación que el actor Christopher Lloyd hizo del Doc Brown resultó al combinar ciertas características del afamado físico alemán Albert Einstein y la del director de orquesta británico Leopold Anthony Stokowski; solo basta ver la apariencia física de éste último para encontrar la fuente de inspiración de la calva rodeada de largas canas.
- Crispin Glover, el actor que dio vida a George McFly en la primera cinta, fue sustituido en la segunda película por alguien de una complexión similar y quien utilizó una máscara para parecerse al actor original; en su momento se manejó que Glover exigía una gran cantidad de dinero para repetir su papel en la secuela, excusa que el director, Robert Zemeckis, utilizó para prescindir de él. En 2013 Crispin Glover declaró que la verdadera razón de su salida fue el expresar su desagrado al final de la película, en el que los McFly terminan siendo ricos y felices; según el actor, la moraleja de la historia sería que la riqueza trae la felicidad, lo que molestó sobremanera a Zemeckis. Paradójicamente, Glover demandó a los productores de la segunda película por utilizar su apariencia física, lo cual le valió la nada despreciable cantidad de un millón de dólares; esto explica la razón por la que en el cómic George McFly luce tan diferente al de la película.
Publicado originalmente en Back to the Future de Editorial Kamite, números 2,3 y 4
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